Radiografía de San Pedro 2025: virtudes que enorgullecen y heridas que duelen en el Huila
El 64.º Festival del Bambuco en San Juan y San Pedro convirtió a Neiva y los municipios cercanos en el eje cultural del país entre el 13 y el 30 de junio. Hoteles al tope, restaurantes sin mesas libres y un estimado de 90 000 millones de pesos en derrama turística confirmaron que, cuando la fiesta se coordina, la economía regional vibra al mismo compás del sanjuanero.
Desde la Casa del Huila, el gobernador Rodrigo Villalba activó un “Plan Candado” que desplegó 720 policías y 300 soldados, instaló cinco Puestos de Mando Unificado y coordinó 45 eventos masivos sin incidentes de orden público mayores, logrando el balance de seguridad más positivo en la última década.

En la capital, el alcalde Germán Casagua jugó su carta más audaz: redujo de 75 a 32 los palcos en la avenida Circunvalar. Esa decisión liberó casi la mitad del espacio público, permitió que las familias vivieran el desfile a pie de calle y desactivó el histórico debate sobre “palcos para unos pocos”. La medida fue aplaudida por comerciantes y visitantes, que sintieron la fiesta “devuelta a la gente”.
La agenda cultural brilló con megaconciertos gratuitos que reunieron a Pipe Bueno, Jessi Uribe, Karen Lizarazo, Diego Daza y Bonny Cepeda en el tablón de Unicentro, mientras tríos, rajaleñeros y bandas de rock alternativo compartían tarima sin perder la esencia folclórica. Los picos de asistencia superaron las 35 000 personas en una sola noche, consolidando un modelo inclusivo de programación.
La Gobernación elevó la fiesta al plano digital con 62 transmisiones en directo por Facebook Live y YouTube, que sumaron más de 1,4 millones de reproducciones y subtítulos automáticos en varios idiomas. La diáspora huilense en EE. UU. y Europa vivió San Pedro en tiempo real, y los negocios locales cosecharon nuevos seguidores en línea.
La gastronomía opita fue otro imán. Ferias de achira, lechona y asado huilense, con precios entre $5 000 y $50 000, agotaron existencias en cuestión de horas y dispararon las ventas en La Toma y el Malecón. Los circuitos certificados por la Alcaldía guiaron a turistas hacia cocinas campesinas que normalmente no figuran en el radar comercial, abriendo vitrinas a nuevos emprendedores.
Palermo saboreó su propio hito: la elección de Caren Julieth Perdomo como Reina Departamental del Bambuco llenó la plaza central y disparó las reservas hoteleras del último puente festivo, ratificando la visión del alcalde Kleiver Oviedo de convertir el municipio en parada obligada para el turismo cultural.
Al centro del departamento, Francisco Calderón sorprendió en Garzón con un Desfile de la Alegría repleto de carrozas motorizadas y proyecciones mapping; los vídeos del evento sumaron 280 000 vistas en TikTok en 48 horas y demostraron que la innovación cabe en la tradición cuando existe liderazgo local decidido.




No todo fue oficial: el macroconcierto privado “La Combinación Perfecta 6” atrajo miles de turistas que compraron boletas premium para ver a Ángela y Pepe Aguilar, Grupo Frontera y otros exponentes regional-mexicanos. La ilusión se desplomó cuando problemas estructurales en la tarima obligaron a cancelar la presentación horas antes, pese a las garantías firmadas. La salida de los artistas dejó pérdidas a los asistentes y un mal sabor que ilustra la necesidad de una supervisión más rigurosa sobre eventos comerciales que cargan con la reputación de toda la temporada.
Las cifras de la Policía recuerdan la otra cara de la moneda: 126 capturas y 241 comparendos por riñas, porte ilegal de armas y hurtos menudeo; la intolerancia, alimentada por el licor callejero, volvió a ser el talón de Aquiles de la celebración.
La tragedia también se reflejó en las carreteras: 38 personas perdieron la vida en siniestros viales durante los diez días centrales de fiesta, siete más que el año anterior. La mayoría de casos involucró motociclistas alcoholizados que regresaban de tablados populares, demostrando que las campañas de “Conductor Elegido” no pasan de los volantes si no van acompañadas de controles persistentes.
La cabalgata, emblema discutido, dejó escenas amargas: cuatro jinetes lesionados y un video viral de un caballo estrellándose contra un automóvil en Palermo, ejemplo doloroso de lo que ocurre cuando el pacto “cero alcohol a caballo” se convierte en letra muerta. El debate sobre bienestar animal ya no admite eufemismos: o se imponen cupos y rutas rurales supervisadas, o se contempla una pausa temporal como ha ocurrido en otras fiestas del país.

La huella ambiental tampoco pasó inadvertida. Ciudad Limpia necesitó un operativo extra de 25 personas para recoger cinco toneladas de residuos en el primer desfile popular; botellas plásticas y empaques de fritanga cubrieron la Circunvalar al amanecer, contradiciendo los discursos de festival sostenible y subrayando la urgencia de sancionar a los infractores y educar en separación de residuos desde la escuela.
La inclusión brilló a medias: la velada de coronación contó con intérpretes de lengua de señas y plataforma para personas con movilidad reducida, pero los tablados alternos no ofrecieron el mismo estándar y los colectivos de discapacidad levantaron la voz para que, en 2026, ninguna tarima quede sin accesibilidad plena.
El municipio de Pitalito encendió el debate sobre la autenticidad cultural al invertir 187 millones de pesos en carrozas que resultaron ser recicladas del Carnaval de Pasto. Para unos fue intercambio creativo; para otros, señal de pereza artística y mal uso del erario. El episodio deja clara la necesidad de reglas que garanticen el sello huilense en cada manifestación folclórica.

Las redes sociales evidenciaron la llamada “opitofagia”: innumerables posteos se enfocaron más en viralizar peleas y errores logísticos que en difundir teléfonos de denuncia o campañas de cultura ciudadana. El reto comunicativo es apostar por la crítica constructiva y dejar de premiar con “likes” el caos que luego pretendemos evitar.
En el frente económico, la alianza Gobernación–Fontur destinó más de 1 000 millones de pesos a promoción turística, lo que permitió un despliegue sin precedentes de piezas digitales dirigidas a mercados nacionales e internacionales; la tarea pendiente es medir cuántos de esos nuevos clics se convierten en visitantes reales durante temporada baja.








De cara a 2026, los organizadores —públicos y privados— tienen la oportunidad de consolidar un código de buenas prácticas que incluya planes de contingencia obligatorios, auditorías externas para eventos comerciales, protocolos de bienestar animal y un compromiso serio con la economía circular. Sin esa hoja de ruta, los logros de 2025 correrán el riesgo de diluirse entre la resaca y el olvido.
El Huila demostró que puede seducir al país con folclor, gastronomía y hospitalidad, pero también que la fiesta es un espejo que amplifica virtudes y defectos. Si aprendemos a celebrar con responsabilidad, a vigilar sin destruir y a corregir con sentido de pertenencia, el sanjuanero seguirá siendo nuestro himno de orgullo y no un coro que oculte desorden y violencia.
San Pedro 2025 deja lecciones tan sonoras como las tamboras que marcaron cada desfile: la grandeza cultural no basta sin cultura ciudadana, el éxito económico pierde brillo si la basura tapa las calles y la alegría colectiva se empaña cuando la intolerancia —o la improvisación privada— apaga la música de un día para otro. La meta es simple y ambiciosa: que, en 2026, los aplausos superen a los lamentos y la fiesta se recuerde por lo que construye, no por lo que deja pendiente.