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Titulación, seguridad jurídica y crédito: el triángulo olvidado del desarrollo rural

En el Huila, donde la montaña y el río se confunden con la historia de nuestro café, el campo sigue esperando una reforma que le devuelva algo más que promesas: certeza jurídica sobre la tierra que trabaja. Hoy, mientras el departamento continúa siendo uno de los mayores productores de café del país, buena parte de sus campesinos —en especial los jóvenes entre 18 y 35 años— siguen cultivando sin títulos, sin crédito y sin garantías reales para emprender.

El problema no es nuevo, pero se agrava con el tiempo. Según cifras del mismo sector agrícola, más del 40 % de los predios rurales en el Huila carecen de una titulación formal o presentan inconsistencias en su registro. Esto significa que miles de familias campesinas trabajan tierras que no pueden hipotecar, vender ni usar como respaldo para un préstamo productivo. En otras palabras: producen sin propiedad.

Sin título, no hay crédito. Sin crédito, no hay inversión. Y sin inversión, no hay desarrollo. Este círculo vicioso ha frenado la renovación cafetera, el acceso a maquinaria y la tecnificación de los cultivos, condenando a muchos jóvenes rurales a migrar a las ciudades o a buscar en la informalidad su sustento.

Paradójicamente, el Huila cuenta con una de las generaciones más innovadoras de emprendedores rurales: jóvenes que sueñan con transformar el café en marca, en experiencia, en valor agregado. Pero el sistema financiero y la institucionalidad agraria no han sabido leer esa realidad. El Estado no puede pedir emprendimiento donde no hay propiedad, ni productividad donde no hay crédito.

El primer paso hacia el desarrollo rural debe ser una política integral de titulación masiva y gratuita, articulada con programas de formación financiera y crédito blando para jóvenes rurales. No se trata solo de entregar escrituras, sino de garantizar que la tierra sea motor de progreso y no herencia de incertidumbre.

La seguridad jurídica sobre la tierra no es un lujo, es la base de toda economía campesina sólida. Cuando el campesino sabe que la tierra es suya, la cuida, la invierte, la transforma. Cuando el joven rural tiene acceso a un crédito sin la trampa del intermediario, convierte un cultivo en empresa. Ese es el verdadero triángulo del desarrollo: titulación, seguridad y crédito.

El Huila no necesita más discursos sobre el campo: necesita decisiones que pongan la propiedad en manos de quienes la hacen producir. Solo así el café dejará de ser una historia de esfuerzo aislado para convertirse en un proyecto colectivo de desarrollo sostenible.